Esta historia me pareció hermosa por muchas razones: por el simbolismo de la maleta, por los personajes involucrados. Cuantas historias hay dentro y fuera de una maleta: un objeto tan simple y cuan cargadas pueden estar…
Las polillas no pudieron con esta maleta: aún vuelta polvo, toda su carga emotiva nos llega con 70 años de retraso…
HISTORIAS DEL MUNDO
La maleta del titiritero
La hija de un ferroviario francés retorna al hijo de un republicano español exiliado una valija perdida hace 70 años en un andén de la estación de Perpiñán.
LLUÍS URÍA – París. Corresponsal
La Vanguardia

El camino sin retorno. Imagen tomada por el legendario Robert Capa de los españoles que cruzaron a pie, y con lo puesto, la frontera entre España y Francia el invierno de 1939, año del final de la guerra civil española.
La maleta quedó abandonada en un andén de la estación de Perpiñán una mañana de mayo de 1939. Un retazo de vida olvidado, perdido, en el apresuramiento de la huida. Cientos de miles fueron los republicanos españoles que arribaron a Francia en aquella triste primavera huyendo de una guerra perdida camino de un exilio incierto, dejando atrás familia y amigos, posesiones y recuerdos, proyectos y sueños. Uno de ellos dejó también parte de su equipaje.
La maleta abandonada en el andén acabó llegando a manos de un ferroviario de la SNCF, Adrien Grau, sindicalista de la CGT encargado de acoger a los refugiados españoles. En la valija había vestidos de mujer, un par de zapatos de tacón, ropa de niño, un perrito de peluche, una soberbia mantilla andaluza y una carpeta con fotos, cartas, un libreto de una obra teatral de Federico García Lorca y un cartel de un espectáculo de marionetas del grupo La Tarumba, un guiñol satírico que actuaba en el frente para los soldados republicanos.
Había también un nombre, Miguel Prieto Anguita, que a Grau no le decía nada. Pero el ferroviario francés se prometió a sí mismo encontrar al refugiado español y restituirle la maleta. Pese a sus esfuerzos, nunca lo logró. Cuando acudió al campo de internamiento de Sant Cebrià, donde presumiblemente se encontraba Prieto – otras fuentes documentales sostienen que se hallaba en el vecino campo de Argelers-, su hombre ya no estaba…
Prieto había partido el 6 de mayo en el transatlántico holandés Veendam en dirección a Nueva York junto a un grupo de intelectuales españoles encabezado por José Bergamín e integrado entre otros por Emilio Prados, Josep Renau, Eduardo Ugarte o Rodolfo Halffter, acogidos oficialmente por el Gobierno mexicano.
El propietario de la maleta de Perpiñán no era, precisamente, un desconocido. Pintor, dibujante, ilustrador, grafista y titiritero, Miguel Prieto Anguita (Almodóvar del Campo 1907, México 1956) trabajó y colaboró con Federico García Lorca y Rafael Alberti, cuyas farsas políticas había puesto en escena en su teatro satírico de guiñol, La Tarumba. Con sus marionetas, Prieto recorrió España en las Misiones Pedagógicas y, una vez declarada la guerra, en el frente, alentando a las tropas republicanas. Militante comunista comprometido con la República, en 1937 fue designado miembro del Consejo Central del Teatro – junto a nombres como Antonio Machado, Max Aub, Jacinto Benavente o Margarida Xirgu-e integró la Alianza de los Intelectuales Antifascistas. Una vez en México, prosiguió una fértil carrera como pintor, ilustrador y diseñador gráfico, hasta su prematura muerte en el verano de 1956, cuando contaba 48 años.
Adrien Grau murió en 1986 sin haber llegado nunca a conocer la verdadera identidad del hombre de la maleta y su destino. Pero su hija, Germaine Dalle Luche – su apellido de casada-,ha conseguido cumplir su promesa setenta años después. El sábado 7 de marzo, la hija del ferroviario entregó las pertenencias de Miguel Prieto – o lo que de ellas quedaba-al único hijo superviviente del artista y de la bailarina Angelita Ruiz: ÁngelPrieto Ruiz, doctor en Física y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México.
El tiempo y las polillas acabaron con la vieja maleta – que la madre de Germaine guardó siempre con primor en el armario de su habitación-y sólo sobrevivieron la mantilla y la carpeta con los documentos, como una imagen congelada del pasado.

Angel Prieto y Germaine Dalle Luche, el pasado 7 de marzo
Para llegar hasta Prieto, cuya figura evanescente persiguió durante décadas en vano, Germaine ha contado con la ayuda inestimable y fundamental de dos personas: la teniente de alcalde de Cabestany, Nuria Arabia, a quien acudió todavía no hace un mes en busca de orientación aprovechando su condición de organizadora de una exposición sobre la retirada republicana, y la periodista gerundense Carme Vinyoles, de la revista Presència.Y con un revolucionario instrumento de potencia inigualable: internet.
«Todo se resolvió, de repente, en tres semanas», explica todavía incrédula Germaine. Avisado por teléfono, Ángel Prieto no se lo pensó un minuto antes de decidir viajar a Francia, acompañado de su familia, para recoger aquel testimonio de juventud de sus padres. Un encuentro en privado y un sencillo y emotivo acto en el Ayuntamiento de Cabestany pusieron fin a una búsqueda de más de medio siglo. «Cuando nos vimos, aunque no nos conocíamos, nos sentimos muy próximos», apunta la hija del ferroviario, satisfecha de haber cumplido con su progenitor y con la historia.