«Das leben der Abderen» (traducida como La Vida de los Otros ) (2006) es la película de habla no inglesa ganadora del Oscar 2006 y que muestra el espionaje que la Stasi (policía secreta de la RDA) le realiza a un grupo de intelectuales. Es muy interesante ver el espectro de reacciones que genera esta régimen de espionaje, de pérdida de libertad, de opresión y miedo, que van desde la rebeldía a expensas de la vida hasta la negociación con pérdida de los propios valores.
Están saliendo a la luz los documentos de esta policía y muchas cosas se están conociendo todos los días, confirmándose así muchas sospechas. La Vanguardia publicó el pasado fin de semana este escalofriante documento que les copio a continuación y escrito por Rafael Poch.
La mayor prisión de la RDA
RAFAEL POCH – Berlín. Corresponsal

Jugen Fuchs
Jürgen Fuchs era uno de los muchos jóvenes alemanes del este expulsados por contestatarios
Una de frente y otra de lado, con el número de registro debajo. Tras visitar las celdas llego a la sala de fotografía. Todos los reclusos de Hohenschönhausen, la principal y mayor cárcel preventiva de la antigua República Democrática de Alemania (RDA), en Berlín, pasaban por aquí para la foto. En total unos 20.000 presos fueron fotografiados entre 1951 y 1989. La vista de este espacio de dos habitaciones, limpias y austeras, con sus vetustos aparatos intactos, no tiene nada de terrible, pero me produce un escalofrío. Recuerdo

Celda en Hohenschonhausen
que hace unos días se cumplieron diez años de la muerte de Jürgen Fuchs, cuyo retrato figura en un panel de este triste museo carcelario.
En el Berlín de principios de los ochenta, Jürgen Fuchs era uno de los muchos jóvenes alemanes del Este que habían sido expulsados de la RDA por contestatarios. Primero lo echaron de la Universidad de Jena (Turingia), luego nueve meses de cárcel y, finalmente, la expulsión a la República Federal de Alemania (RFA).

Sala de rayos X del hospital de la cárcel de Hohenschönhausen
Cuando le conocí, Fuchs se había hecho a la vida del sector Oeste de la ciudad, donde trabajaba como asistente social y participaba en el movimiento por la paz, contra los misiles nucleares de estadounidenses y soviéticos. Ya había leído sus Actas del interrogatorio (Vernehmungsprotokolle),un excelente relato literario publicado en Berlín Oeste en 1978 sobre su estancia en Hohenschönhausen que describía muy bien la sutil crueldad de la Stasi, la policía de Estado de la RDA. La obra no gustó en el Este y a Fuchs la Stasi le seguía marcando en el Oeste: en 1986 tiraron una pequeña bomba frente a su casa, en el número 54 de Tempelhoferdamm, donde vivía con su mujer, Lieselotte, y sus tres hijos. Un poco antes le habían saboteado los frenos del coche. Eran advertencias.
En aquel Berlín dividido, los jóvenes disidentes del Este, bien expulsados a Berlín Oeste bien en su sufrida existencia en el Este, fueron los mejores alemanes que conocí. Por eso ahora, veinticinco años después, la noticia de que uno de ellos, Jürgen Fuchs, había fallecido en 1999, a los 48 años, fue uno de los disgustos de este regreso a la capital de la Alemania reunificada. De ahí el escalofrío en la sala de fotografías de Hohenschönhausen.
La cárcel y su entorno ocupan un enorme barrio. Entonces era gris y prohibido. El lugar ni siquiera figuraba en el plano de la ciudad. Albergaba una treintena de edificios rodeados por altos muros de hormigón de cuatro metros de altura y flanqueados por torres de vigilancia de color gris, iguales que las del muro de Berlín que dividía la ciudad. Cuatro mil funcionarios del Ministerio de la Seguridad del Estado (MFS) trabajaban allí y vivían con sus familias en el barrio colindante.
El OTS (siglas de Operativ Technische Sektor) ocupaba el mayor conjunto de inmuebles, siete en total. Casi la tercera parte del área. En el OTS trabajaban 1.085 técnicos elaborando aparatos como los que permitían abrir 90.000 cartas diarias en la RDA sin dejar huella, o controlar, sólo en Berlín Este, 20.000 teléfonos.
Jürgen murió de una rara leucemia. Su amigo, el cantante contestatario de Leipzig Gerulf Pannach había muerto de cáncer un año antes, a los 49 años. Y el año anterior, en 1997, el comunista disidente Rudolf Bahro también había muerto de leucemia. Los tres habían pasado por Hohenschönhausen en 1977 y habían sido fotografiados en esta cámara. En aquella época, la «utilización de isótopos radiactivos» fue materia de estudio para los funcionarios del OTS de la Stasi. En las salas de fotografía de algunas prisiones, detrás de la silla en la que se sentaba el preso, al otro lado de la pared y oculta por una cortina, a la altura de la cabeza, asomaba por un orificio el cañón de un emisor de rayos X.
¿Se probó una técnica para causar daños irreparables a determinados presos? Hay testimonios de algunos de ellos sobre largas esperas en la sala de fotografía, completamente desierta, sentados en aquellas sillas. Según otra versión, la radiactividad se utilizaba para marcar a presos u objetos, de tal forma que podían ser reconocidos, o quizá seguidos, utilizando un contador Geiger… Nada ha sido demostrado, pero Jürgen Fuchs «tenía la sospecha de que su enfermedad había sido inducida», asegura su amigo, el cantautor Wolf Biermann
VISITA A LAS CÁRCELES ALEMANAS
Crueldad más organización

Después de años de cárcel
Los guías de la actual cárcel museo de Hohenschönhausen son ex presos del lugar. Cuentan que el último recluso fue Erich Mielke, el miembro del politburó que dirigió la seguridad del Estado durante treinta años. Entre los guías son frecuentes las analogías de su prisión con los centros de reclusión nazis. La realidad es que todo eso, magistralmente descrito en la película La vida de los otros,es, pese a toda su dureza, incomparable con las cárceles y campos del periodo nazi. Son universos distintos, con consecuencias bien distintas. Otra época histórica y otro nivel. Pasa lo mismo con la comparación entre las actuales cárceles de alta seguridad de Alemania y las de la antigua RDA; significan otro estadio del castigo, mucho mejor y menos injusto. Sin embargo, hay algo común entre el campo nazi de Sachsenhausen, muy cerca de Berlín, y la gran cárcel de la RDA, e incluso con ciertos procedimientos de la policía democrática de la actual Alemania. Se trata de esa mezcla, tan alemana, de crueldad y meticulosa organización. Ese es el nexo de unión entre todas esas incomparables realidades.