Finalmente, empiezo a viajar. La pandemia me había privado de uno de mis mayores placeres: el de disfrutar de un entorno diferente al habitual; conocer gente nueva; probar nuevos sabores; ver una luz distinta.
Bilbao es pura lluvia. Una ciudad austera, poco amigable si se ha de andar por sus calles cuando llueve ( que es todos los días que estuvimos allí). El confort llega a la hora de la comida: buenos restaurantes y bares de tapas como el de las anchoas en la plaza nueva
De museos, ni nos asomamos. Era un viaje de familia que incluía a Umi, nuestro cachorro de perro de agua español.
Bilbao, la lluviosa.