Fue un viaje corto pero repleto de sensaciones. Olores y colores brillantes, Chennai (Antigua Madras) es una explosión cromática donde domina el olor a curry y comino; sus templos semejan los sari de las mujeres: cualquier combinación de color es posible, todos los estilos se unen para formar uno solo. Los olores de los alimentos en las calles se entremezclan con las trenzas de jasmín que se venden por doquier y que sirven para adornar las negras cabezas femeninas. El calzado es un accesorio poco apreciado, se diría que un estorbo. Las manos se usan para comer, para pedirle a los dioses, para despedir a un amigo.
El tráfico de vehículos en las maltrechas pero limpias calles es en si un espectáculo. Solo un panteón de deidades puede proteger unos conductores cuyas reglas de tránsito no llegué a entender. Coches, auto-rickshaws, bicicletas, buses, motos y camiones confluyen en la vía y buscan salir a punta de corneta. La luz de cruce es un exotismo. Peatones y vehículos de tracción animal son parte importante de la masa en movimiento.
El vehículo mas frecuente es la moto y pasa por ser el coche familiar. En ella se acomodan familias enteras – madres con bebes en brazos, padre con 3 niños camino a la escuela, chicas con saris y pashimas amarradas al cuello con los extremos que vuelan por los aires , esposas cómodamente sentadas de lado,….
La devoción es inmensa. Los templos están siempre llenos. En algunos, no se me permite entrar a la zona de culto. En los altares hay una convivencia entre dioses del hinduismo con vírgenes y santos del cristianismo que llegaron, en su momento, para quedarse. En los altares, Krisna y Shiva puede estar al lado de Santo Tomás o la Virgen María. Un bello ejemplo de convivencia. Un panteón, stricto sensu.
Los mercados de la calle me recuerdan que estoy en un país tropical. El olor de los mangos y las guayabas me transportan a mis orígenes.
Hace calor. Me refresco con un agua de coco.
Al atardecer, estoy en Marina Beach, la playa urbana mas larga del mundo. Hay chicos a caballo que ofrecen a los visitantes un paseo por la playa. Los vendedores de comida y sourvenirs tienen sus ventorrillos impecables. En la arena, los lectores de futuro, pertrechados de cartas y un periquito que la escogerá y dedicará a Krisna, esperan clientes. Hay unas mendicantes que se pasean con unos monitos que toman el testigo si el potencial cliente las ignora.
Prácticamente nadie se baña en el agua mas allá de meter los pies.
Uma, mi dulce y atenta amiga, me regresa a mi hotel para descansar para la larga jornada del día siguiente.