En mi última visita a Milano, me alojé en un lugar cercano al Cementerio Monumental. Es un lugar que no había visitado antes y decidí que fuera el primer sitio que visitaría en esta corta estancia.
Resultó ser un lugar mágico, bien mantenido, con una atmósfera de paz y recogimiento y donde los nombres de célebres se mezclan con la de menos reconocibles soldados, madres, niños y hombres cuyo recuerdo ha quedado plasmado en una placa de metal y donde solo la imaginación permite intuir la estela de dolor que dejo la partida.
Me encanta visitar cementerios porque una ciudad está conformada por sus vivos y por sus muertos. Es un antes y un después y un para siempre.