De paseo por La Jolla

En nuestra ruta hacia Arizona partiendo de San Diego, hicimos una parada en La Jolla para desayunar. Era un día espléndido que permitió aprovechar con creces el coche recién alquilado  que, por una de aquellas situaciones fortuitas que a veces nos depara la vida, no fue el dodge-mas-economico sino -por cortesia de la empresa- un mustang negro descapotable con asientos de cuero marrón… El coche perfecto para conducir por California. Nos dió un aire muy vintage…

La Jolla tiene su nombre bien merecido: es un lugar inmaculado y chic, donde, tras desayunar de maravilla, caminamos hacia la playa  donde nos esperaban para la foto unos cuantos centenares de focas, pelícanos, leones marinos, gaviotas y cuanta fauna y flora marina imaginable.

Las focas tienen algo divertido. Encima de un peñasco, a plena luz solar, se recuestan una encima de otras, con desparpajo, profundamente dormidas. Dan un aspecto divinamente arrabalero; recuerdan esas  fotos del siglo antepasado de los chinos fumando opio, de adolescentes después de un resaca. De vez en cuando, una se despierta y pega un grito, escandaloso, gutural. Seguramente de hambre. No que a partir del grito nadie mas se despierte, ni que la que lo emite piense tan siquiera en hacer algo al respecto. Simplemente grita de hambre y se vuelve a dormir.

No me jacto de entender el lenguaje de las focas, a lo Dr. Dolittle. Es que aquel  rugido se me hizo familiar.

Me encanta el sueño profundo que llegan a alcanzar las focas. Incluso una de ellas,tumbada en la playa entre la gente, levantaba la cabeza para la foto, mas dormida que despierta.

Después de tomar la serie»Fotos marinas», continuamos el viaje….