En nuestro recorrido por algunas de las zonas mas pintorescas de Finlandia, llegamos al Museo de Retretti (http://www.retretti.fi/), en Punkaharju, considerado como uno de los centros de arte contemporáneo mas grande de los países nórdicos.
Es un lugar que exteriormente dice poco: un conjunto de casitas de colores muy brillantes en un gran jardín.
Lo interesante se encuentra en el interior. Mejor dicho, bajo tierra. Su sala principal es una gran gruta donde se presentan las exposiciones itinerantes. Vimos la de un grupo de artistas contemporáneos de poca relevancia. La sala superior tenía, en cambio, una exposición de expresionismo finlandés que tenía como punto de partida al artista Tyko Sallinen
Algunos de los cuadros allí presentes eran magníficos, como los del pintor Jalmari Ruokokoski .
A continuación, entramos en una exposición bellamente presentada de un célebre ilustrador de cuentos infantiles: Rudolf Koivu.
Debo decir que no conocía su nombre pero tan pronto empecé a recorrer las paredes llenas de ilustraciones no pude sino reconocer los dibujos de miles de cuentos leídos en mi infancia. Había una serie importantes de dibujos basados en historias de las Mil y una Noche, con sultanes, odaliscas, oasis, salones llenos de cojines, sedas y pájaros tropicales y grandes ventanales moriscos. Otra serie era de hadas y gnomos, libélulas y enanitos, princesas, brujas, castillos, reyes, bandidos….
A escasos kilómetros de Retretti se encuentra el museo forestal de Lutso (http://www.lusto.fi/?locale=en) (http://maps.google.fi/maps?q=Tuunaansaarentie+3,+58450+Punkaharju,+Finland&hl=fi&hnear=Tuunaansaarentie+3,+Punkaharju&gl=fi&sqi=2&t=m&z=15)
Me encantan los museos temáticos. Siento que son el resultado de una idea concreta, de un ejercicio de inteligencia usualmente individual, que nacen de una de esas ideas que ocurren en el medio de la noche, en el dormiveglia o en un súbito despertar en la madrugada.
Había leído algo sobre este museo pero su visita sobrepasó nuestras expectativas. El primer impacto es el edificio de madera que recuerda un árbol. En su arquitectura, hay en él una reminiscencia del museo Quai Branly de París.
Al entrar, y como bien diría un venezolano, le » cae a uno la locha». Tiene uno la repentina sensación de que súbitamente uno entiende Finlandia.
Este país es un bosque. O quizás, este bosque es un país.
La relación de los finlandeses con los árboles es impresionante. Se convive con ellos, se aman, se destruyen, se transforman, se queman, se siembran , se graban mensajes en sus troncos, se realizan rituales, se juega con ellos, se convierten en casas, en cerillas , en cepillos, en objetos artísticos. En un continuo dar y recibir. Una relación de la que no se recuerda sus inicios y que se ha mantenido desde tiempos inmemorables.
Hablar con nuestro amigo Raimo es como hablar con uno de esos sabios que todo lo saben sobre los cambios climáticos, las corrientes de los lagos, el color del cielo, la temporada de las frutas de bosque. Y no porque lo ha estudiado. Uno percibe que su conocimiento es antiquísimo, que lo recibió en su carga genética. Es un hombre-árbol.
Y con los árboles, el museo también narra la cercana relación de los finlandeses con los osos. Hay representaciones de osos por doquier. Y sin embargo, el idioma finlandés no tiene una palabra que se traduzca como oso. Se le llama karhu ( que deriva de la palabra piel de oso). Se dice que desde tiempos remotos, no se quería usar la palabra orsus porque se pensaba que el oso al escucharla creería que lo estaban llamando y se acercaría…
Terminamos nuestra visita y regresamos por las mas bellas carreteras de Finlandia rodeados de lagos y muchos, pero muchos, árboles.