Los castillos humanos catalanes son una tradición cuyo origen se perdió en los entresijos de la historia con la receta original del fideuá, el nombre del primer fabricante de alpargatas o la primera partitura de sardana.
Son un espectáculo que debe verse alguna vez en la vida: son castillos (castells, en catalán) conformados por hombres y mujeres de todas las edades pertenecientes a una colla castellera, una suerte de cofradía perteneciente a un pueblo o ciudad y que se presentan durante las fiestas populares catalanas, principalmente las de la zona de Tarragona y alrededores.
Cada una tendrá varias oportunidades para mostrar sus habilidades de ensamblaje humano. Como con los castillos de naipes, el ensamblaje es meticuloso y el más mínimo error se paga con el piso. Como los castillos de arena, una vez que pasa el verano, el agua se los lleva hasta el próximo año.
Quizás lo más hermoso de estas edificaciones humanas es que perspiran participación: todo el mundo es necesario. Nadie queda excluido. En la base de la estructura, los hombres más fuertes se unen entre sí utilizando como recurso sus brazos, que unirán a los del vecino con tanta fuerza que parecería que de nudos se tratara. Por fuera de ellos, las personas mayores de ambos sexos, el público asistente e incluso, las collas de las otras comarcas. Todos ponen lo que tengan de fuerza para compactar la base.
Los pisos superiores van dando paso a los hombres más jóvenes, más delgados, las mujeres jóvenes y finalmente los niños. Todos se apoyan en los hombros del que tienen por debajo y para bajar, encajan los dedos de sus musculosos pulgares en la faja negra de sus compañeros para tener apoyo seguro.
La anxaneta es el niño que corona el castillo. Llega a los pies de la torre casi siempre de los brazos de su madre que le susurra palabras de estímulo y valor. Son en ocasiones 6 y 7 pisos de adultos que debe trepar para alcanzar la cima. Si lo logra, levanta el brazo: es la señal inequívoca de que el castillo se ha cargado.
El cruce de brazos que se entrelazan para dar fuerzas al tronco del castillo es en sí mismo un regalo a la vista: es hermandad, cofraternidad, sentido de pertenencia, integración, colaboración. Es el castell.
Es Catalunya.
![DSCN4562 [] DSCN4562 []](https://paolapasquali.com/wp-content/uploads/2009/09/DSCN4562--225x300.jpg)
Son un espectáculo que debe verse alguna vez en la vida: son castillos (castells, en catalán) conformados por hombres y mujeres de todas las edades de una colla castellera, una suerte de cofradía perteneciente a un pueblo o ciudad y que se presentan durante las fiestas populares catalanas, principalmente las de la zona de Tarragona y alrededores.
Cada una tendrá varias oportunidades para mostrar sus habilidades de ensamblaje humano. Como con los castillos de naipes, el ensamblaje es meticuloso y el más mínimo error se paga con el piso. Como los castillos de arena, una vez que pasa el verano, el viento se los lleva hasta el próximo año.
La anxaneta es el niño que corona el castillo. Llega a los pies de la torre casi siempre de los brazos de su madre que le susurra palabras de estímulo y valor. Son en ocasiones 6 y 7 pisos de adultos que debe trepar para alcanzar la cima. Si lo logra, levanta el brazo: es la señal inequívoca de que el castillo se ha cargado.
El cruce de brazos que se entrelazan para dar fuerzas al tronco del castillo es en sí mismo un regalo a la vista: es hermandad, cofraternidad, sentido de pertenencia, integración, colaboración. Es el castell.
Es Catalunya.
