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En el Grec de este año hemos visto obras clásicas como «Luces de Bohemia» de Ramón María del Valle-Inclán con la compañia catalana de Oriol Broggi , puesta en escena en el espléndido pero calurosísimo espacio de la Biblioteca de Catalunya o «Todos eran mis hijos» de Arthur Miller con adaptación y dirección del argentino Claudio Torcachir.
El sábado, sin embargo, vimos algo absolutamente sensacional y poco convencional: Octapus, de Philippe Decouflé.
Decouflé viene del mundo de los mimos y del circo. Es una amante del rock y fusiona en su espectáculo cuerpo y alma, música y danza, teatro negro y tecnología. Es un torbellino de sorpresas, concatenadas con una música potente, interpretada en vivo por dos virtuosos, Labyala Nosfell y Pierre Le Bourgeois.
Los ocho bailarines son una mezcla de trapecistas, actores, músicos y danzadores sensuales que mantienen al espectador hipnotizado. Las escenas del espectáculo logran llegar de los rincones más profundos del inconsciente y hacer emerger sentimientos diversos: amor, miedo, sensualidad,…
En una de las partes, se proyecta la imagen de un hombre que es amarrado con cuerdas cual Lecter Hannibal. Instantes después se transforma en un baile donde las cuerdas son las protagonistas. Los bailarines danzan con cintas elásticas que dejan una huella electrónica en una pantalla.
Una experiencia inolvidable.