
Fernando Broncano
Le mot juste
. Quizás eso sea la «saudade«: la palabra que hemos heredado del portugués y brasileño -que usan igualmente los gallegos, probablemente por cercanía. Define ese estado tan particular de tristeza contemplativa, de observación desde la nostalgia.
La entrevista de hoy en la Vanguardia está a cargo de Ima Sanchís y es al filósofo Fernando Broncano (http://laberintodelaidentidad.blogspot.com/)
Me llama la atención su definición del ser humano como ciborgs, unos nostálgicos por desarraigo. Estamos siempre pensando en aquel pasado utópico, siempre viendo el césped del vecino más verde… La metáfora que hace Sanchís con Itaca es muy hermosa: para Broncano no hay vuelta atrás: Penelope no te reconoce ( En realidad, entiendo la imagen que quiere darnos este filósofo y la comparto; lo que no comparto es que Penelope no reconociera a Ulises, pero es harina de otro costal…).
Hay un hilo del que no logramos zafarnos que nos mantiene atados a este mundo que Broncano llama «natural». Me recuerda la imagen del Infierno de Castellucci del hombre que trepa fuera del escenario para finalmente encontrar un elemento que le vuelve a enviar mentalmente a su mundo de la infancia. Sólo que lo que describe este filósofo es más bien una suerte de purgatorio de la nostalgia del que sólo saldremos si ponemos a funcionar la imaginación y haciendo que el futuro se acople a ella.
Me pregunto si en aquellos aquejados de condiciones de depresión crónicas aquel hilo se ha convertido en una espesa telaraña que los atrapa, asfixia y de la que no saben desembarazarse.
Los conceptos justicia y libertad vuelven a encontrarse en una relación ,a mi entender, bidireccional.
Les copio a continuación la entrevista.
Fernando Broncano, especialista en las relaciones entre ciencia, técnica y cultura»El ser humano es un ciborg melancólico»
IMA SANCHÍS – 02/09/2009
La Vanguardia
Tengo 55 años. Nací en Salamanca y vivo en Madrid. Soy catedrático de Filosofía de la Universidad Carlos III. Casado, tengo dos hijos. Justicia es repartir nuestras capacidades de futuro y libertad, es la posibilidad de plantearse que otro mundo es posible. Soy ateo
¿Y dice usted que somos ciborgs?
Sí. Hemos transformado nuestra propia naturaleza transformando el mundo en el que vivimos. El resultado es un ser construido por prótesis.
¿Prótesis?
El lenguaje, la vivienda, el calzado, las ciudades, las imágenes o los relatos son cosas anexas que hemos creado y asumido.
¿Somos un producto artificial?
Sí, es como si nos hubiéramos levantado por los pelos, nos hemos elevado de la naturaleza. Fíjese en mí.
… No le veo nada raro.
Mis gafas son una prótesis, pero no las siento, son parte de mi cuerpo; y eso ocurre con todas nuestras formas culturales, desde el lenguaje hasta la arquitectura; pero lo que me interesa no es el objeto en sí, sino lo que hace el objeto con nosotros.
¿Qué hace?
Nos hace vivir en un estrato que no es ni el real ni el imaginario, sino algo que está en medio, y de ahí nuestra melancolía.
¿Somos ciborgs melancólicos?
Sí, nos pasamos la vida soñando con un mundo que ya no existe: lo natural. De hecho, las paredes que pretenden ser rústicas tienen más tecnología que las de ladrillo. Al ciborg se le ha arrancado de la naturaleza, ya no puede volver a ella, sólo puede vivirla a través de los documentales o del turismo. Su melancolía es fruto del desarraigo.
Me está entrando una angustia…
Una de las enfermedades más graves que padecemos es la incapacidad de pensar mundos posibles distintos.
Si no podemos volver a nuestra esencia, ¿adónde apuntar?
El ciborg está en la frontera, un lugar de mezcla, de hibridación, de pioneros, en el que sólo existe la posibilidad de ir hacia el futuro imaginándolo y haciendo que el futuro se acople a esa imaginación.
Seremos protésicos, pero no parece que moralmente hayamos evolucionado…
La moral tiene mucho que ver con cómo queremos que sea el mundo, y la tecnología, con cómo podemos hacer ese mundo.
Lo que podemos hacer acaba convirtiéndose en lo que queremos hacer.
Esa teoría – si la flecha está en el arco, tiene que partir-es mentira. Si hay alguna evolución positiva moral es porque decimos: esto no lo queremos. ¿Sabe lo que pasa?
¿Qué pasa?
A la tecnología la miramos con miedo o con deseo, pero sin distancia crítica: hay que observar qué están haciendo con nosotros.
¿Y qué están haciendo con nosotros?
Cambiándonos. Internet nos crea espacios y tiempos completamente nuevos.
Esos artefactos nos facilitan la vida.
Eso es lo de menos. El mundo del consumo en el que vivimos es sobre todo simbólico, ponemos en los artefactos las etiquetas del estatus.
Pero ha habido sociedades que vivían con lo que la naturaleza les ofrecía.
El del buen salvaje feliz es un mito de las sociedades avanzadas, es parte de la melancolía del ciborg y un invento de los ricos, como el del pobre feliz.
Entonces, ¿nuestras prótesis culturales no nos hacen más felices?
Nos permiten hacer cosas que sin ellas no podríamos hacer, pero lo que da la felicidad es hacer lo que decides, ganarte tu propio futuro, el que has imaginado.
La necesidad de naturaleza es real.
Hay dos maneras de concebir la naturaleza, una es como aquel lugar en el que está nuestro destino, que es la de las sociedades primitivas; y la otra es como un parque natural. Y creo que ese es el futuro de la Tierra: concebirla como un parque natural que decidimos preservar, porque un paisaje necesita mucha tecnología para seguir siéndolo. ¿Pero cuál es el problema?
¿?
Aceptar la tecnología sin cuestionarla. ¿Por qué tenemos que aceptar el DDT? Hay un déficit de imaginación cuando no se pueden ver tecnologías alternativas.
¿Cómo corregirlo?
El primer paso, el más difícil, es empezar a pensar que las cosas podrían ser distintas. Pensar el mundo bajo condiciones de creatividad y node sometimiento a una vía única.
Al final, no sé qué somos…
La pregunta no es qué somos, que es una pregunta incontestable, sino qué queremos ser. Eso es lo que te permite distanciarte.
¿Y?
Yo diría que el ser humano es una especie que huye, una especie migrante que tiene que emplear la imaginación del pionero.
A usted no le va Itaca.
Me parece un autoengaño: cuando llegas, Penélope no te reconoce. No hay vuelta atrás, si se vuelve es a un pasado imaginado, que es lo que siempre andamos haciendo.
Pero los momentos de esplendor de casi todos son junto a la naturaleza.
Eso es la melancolía. Pensar en la figura de la naturaleza como en lo que hemos perdido tiene que ver con un deseo de tener otra vida, pero le ponemos el nombre de un paisaje. ¿Y cómo acaba eso?
Me temo que en tragedia.
La gente acaba comprándose su segunda residencia en la playa y destrozando la costa. Cuando hablo de tecnología, el objeto prototípico es la ciudad. Pensar en un mundo tecnológicamente distinto es pensar en una ciudad distinta integrada en la naturaleza.
El ser humano es un ciborg melancólico
Melancolía es una palabra que sólo pronunciar te pone melancólico. Roberto Matta me dijo que se debía a la nostalgia del hombre por el universo; Biruté Galdikas, que no era exclusiva del hombre, que los orangutanes también la sienten. Ahora Fernando Broncano me explica que es propia del nuevo ser en el que nos hemos convertido: un simio con prótesis culturales y técnicas, un ciborg que sufre melancolía fruto del desarraigo: siente nostalgia de un mundo natural al que no puede volver. El camino es siempre hacia delante y la herramienta para sacudirse la melancolía es la imaginación, imaginar que otro mundo es posible: de eso nos habla en La melancolía del ciborg (Herder).
Copio a continuación la bibliografía de Fernando Broncano (Wikipedia)
Fernando Broncano (ed.) (2007). La mente humana. Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-046-5.
Mundos Artificiales. Filosofía del cambio técnico. México. Paidós 2000
Saber en condiciones. Epistemología para escépticos y materialistas. Madrid: Antonio Machado 2003 ISBN 978-84-7774-767-3
Entre ingenieros y ciudadanos. Filosofía de la técnica para días de democracia. Barcelona: Montesinos, 2006 ISBN 978-84-96356-83-2
Cuadernos del abismo: homenaje a H.P. Lovecraft (coeditado con David Hernández de la Fuente), Literaturas.Com Libros, Madrid 2008. ISBN 978-84-612-3962-7
(2004) Jardines de la memoria y el olvido. Asociación Cultural El Zurguén. ISBN 978-84-932679-4-0.
(1995) Nuevas meditaciones sobre la técnica. Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-056-4.