Graz

A Clara, Sofia y Alex

 

Llegué a Graz una tarde de invierno. Los Alpes me recibieron con nieve en sus cimas. Parecía una extensión de pandoros.

La ciudad es amable, en sus formas, en su gente, en sus vitrinas con objetos singulares. Cada cuadra hay una panadería de algún hermano Auer y cada fachada cuenta una historia. Al atardecer, la ciudad se vacía y se recorre en solitario, entre iglesias, teatros y tiendas cerradas.

Los tranvías silenciosos pasan por un lado llevando a los últimos trabajadores a casa a descansar.

Regreso a casa después de cuadro días arropada de amistad y con ganas de regresar.