Hay que ver lo que cambia una ciudad en cada estación. Es como si se visitara por primera vez. De aquella Helsinki invernal, a -32 grados bajo cero (centígrados!) a la luminosa ciudad veraniega en la que acabamos de estar, hay una diferencia cósmica.
Hay luz, movimiento, casi 60 grados mas y gente por doquier. Los turistas llenando el mercadillo en busca de algún recuerdo para llevar a casa, los locales aprovechan del poco sol que tienen durante el año. La recién construida capilla del silencio (Kamppi chapel of silence) es un espacio un momentáneo retiro en pleno centro comercial.
La catedral-rigurosa y protesta- se alza altiva e impecable sobre el mar. Un afiche en una pared cercana nos recuerda la conexión de los finlandeses con los bosques.
VAmos de una cafetería a otra, aprovechando las terrazas y la buena compañia. La pasamos estupendamente, acompañados y mimados por buenos amigos…