Cada ciudad tiene su magia, su manera de atrapar o espantar; de hacer que nos enamoremos a primera vista o con el paso del tiempo.
Toulouse es una ciudad gentil: amable con sus visitantes, llena de encantadoras tiendas y galerías; sus balcones y ventanales abiertos que invitan a adentrar la mirada a elegantes salones, dulcemente iluminados.
Cada esquina atrapa y envuelve. Sus rojos atardeceres resaltan los colores de las piedras del bello edificio de Bellas Artes. A un lado queda la ciudad del Airbus. La presencia de su célebre universidad la sentimos al ver grupos de jóvenes a orillas del río Garona conversando o tocando guitarra.
Pocas horas bastaron para quedar prendados de Toulouse para siempre.