Esta es la mañana de los Armstrong: por una parte , los medios desplegan la rendición del ciclista Lance Armstrong y su pérdida de títulos trás ser acusado de dopaje. Sabe que debe dar explicaciones ante el mismo tribunal que declaró culpable a Contador. Un tribunal que, por cierto, dejo constancia que las sustancias encontradas en la sangre del ciclista español eran ínfimas, de ingesta no intencionada y no capaces de alterar su rendimiento deportivo. Un tienes razón pero vas preso. Lance sabe que con un tribunal así solamente perderá dinero y ya la duda y el desprestigio están sembrados para siempre.
Por otra parte, las fotos del ahora fallecido astronauta Neil Armstrong nos recuerdan de aquella hazaña del legendario 20 de julio del 1969. Era yo una niña pero el acontecimiento se celebró en mi casa a lo grande. Recuerdo que habíamos tres familias enteras, apiñadas en un pequeño y caraqueño balcón del Torreblanca, en el elevado piso 10 cuya altura nos acercaba un poco mas al astro en cuestión.
En orden de tamaño y agilidad, los más pequeños estábamos sentados en las primeras filas de una diminuta televisión en blanco y negro. Los patres familias, todos filósofos, disertaban con entusiasmo ante la imagen de aquellos diminutos hombres que brincaban sobre la superficie lunar y colocaban con orgullo la bandera norteamericana en suelo lunar.
Pocos días después mi madre vio a la adorable Asunción -una abuelita que iba todos los viernes a planchar la ropa a mi casa- asomada por los ventanales de aquel minúsculo balcón ahora vació trás la pasada algarabía. Le preguntó que hacía. Ella le respondió: » Sabe señora, creo que esta historia de que el hombre llegó a la luna es toda falsa. Yo no logro ver la bandera desde aquí».
La frase “That’s one small step for man, one giant leap for mankind” del hoy fallecido Armstrong es un ícono del siglo XX. Mucho se dijo sobre el origen de esta frase. Para muchos, el resultado de un cuidadoso trabajo intelectual de los laboratorios de la NASA. Según el propio Armstrong, la frase la idearon su esposa y él antes de su viaje a las estrellas.
Pero hay una parte del famoso discurso de Armstrong. El «Good luck, Mr Gorsky» que nunca sabremos si es una leyenda urbana o fue realidad. No deja de ser una anécdota tronchante…
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Y aquel niño fue al espacio
NEIL ARMSTRONG (1930-2012)
El primer astronauta que pisó la Luna
Los aviones le apasionaron desde niño: tuvo la licencia de vuelo antes que el carnet de conducir Su frase “es un pasito para el hombre, pero un gran salto para la humanidad” es todo un icono del siglo XX
Esta es la historia de un niño que dio un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad. La historia de un chico que un día jugando al béisbol fue a recoger la pelota al patio de sus vecinos, el matrimonio Gorsky, y escuchó un diálogo que se le quedó grabado.
–¿Sexo oral? ¿Quieres sexo oral? Tendrás sexo oral cuando el niño de los vecinos se pasee por la Luna.
El astronauta Neil Armstrong, el primer hombre en llegar a la Luna en 1969, a bordo del mítico Apolo XI, murió ayer, a los 82 años, debido a las complicaciones sufridas tras una reciente operación de corazón. Junto a Armstrong viajaban en aquel módulo espacial Michael Collins y Edwin Aldrin, que hoy tienen 81 y 82 años, respectivamente.
El más conocido de los tres, y también el más introvertido, era Armstrong. Su frase “es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, pronunciada poco después de dejar su huella en la luna, el 21 de julio de 1969, es una de las más conocidas del siglo XX. Tanto como aquella otra de “Houston, tenemos un problema” (pero eso es otra historia y otro Apolo, el XIII). En cualquier caso, Armstrong dijo más cosas en su diálogo con la Tierra. También se le escapó un misterioso “Buena suerte, señor Gorsky”, que nadie entendió. En un primer momento, en la NASA pensaron que sería un saludo para alguien de la agencia aeroespacial, pero no había nadie con ese apellido.
Durante muchos años, Neil Armstrong dio la callada por respuesta cuando le preguntaban por el significado de tan enigmática frase. Por fin, el 5 de julio de 1995 en Tampa Bay, Florida, mientras respondía preguntas tras uno de sus muchos discursos, un periodista sacó a relucir de nuevo la famosa cuestión. Habían pasado más de 26 años desde su paseo lunar, el señor Gorsky ya había fallecido y esta vez aquel chico, convertido ya en uno de los iconos del siglo XX, se sintió libre para responder y explicar aquello que escuchó, cuando era un niño, y buscaba una pelota en el patio de sus vecinos.
Nacido el 5 de agosto de 1930 en una granja en Ohio, Armstrong se había interesado desde muy pronto por la aviación. A los seis años estuvo por primera vez en el aire, con un pequeño avión a hélice. Esa experiencia le marcó de por vida y desde entonces supo a qué quería dedicarse. Con 15 años realizaba pequeños trabajos caseros y de repartidor para poder ahorrar. Empleó el dinero para pagarse sus primeras clases de vuelo. A los 16 años, antes incluso de aprobar el examen de conducir, ya tenía su licencia de vuelo.
Armstrong y sus dos compañeros han recibido numerosos galardones. Fue un “héroe americano sin proponérselo, que sirvió a su nación como piloto de la marina, piloto de pruebas y como astronauta”, dijo ayer su familia en un comunicado.
Los tripulantes del Apolo XI fueron honrados con un desfile en la ciudad de Nueva York tan pronto regresaron a la Tierra. Armstrong recibió la Medalla de la Libertad, la distinción más importante ofrecida a un civil de Estados Unidos. A ese reconocimiento siguieron numerosos premios de agencia aeroespacial, al menos 17 medallas de otros tantos países y la Medalla de Honor del Congreso. Después de dejar la NASA, dio clases de ingeniería y pronunció conferencias por medio mundo.Nunca se olvidó del niño que fue. Ni de sus vecinos.