Sin buscarlo, terminamos haciendo un recorrido negro por Ámsterdam. Y es que cuando de muerte se trata, pocas veces se va en plan de elección.
Nos levantamos en la mañana y fuimos a conocer el Tropenmuseum (http://www.tropenmuseum.nl/-/5341), un espacio dedicado a los Trópicos. En el gran salón de reminiscencias mozárabes habían instalado una exposición denominada Death Matters. Su objetivo era mostrar como los seres humanos manejamos el concepto de la muerte. Desde los testimonios del sufrimiento de los que se han ido con enfermedades terminales al sufrimiento de los que quedan; la partida de un ser querido bajo el prisma cultural: un entierro en Ashabti, la despedida de una princesa de Bali,…el impacto en una persona, en una familia, en una comunidad, en el mundo, en los medios de comunicación ( habían fotos del entierro de la Princesa Diana).
Los seres humanos respondemos de manera diferente a la perdida y el dolor. Me vino a la mente una novela que leí hace muchos años de un autor latinoamericano. Recordaba a su nana, una mujer de origen africano nacida en una isla caribeña. El día que enterró a un ser querido, la comunidad había hecho un velatorio que incluía baile, comida, una despedida llena de alegría. En la noche, al acostarse, escucho los sollozos de su nana a través de la pared de su habitación. Hay estructuras culturales que nos imponen ciertas conductas públicas pero el sentimiento intrínseco es universal.
La primera parte es quizás la más impactante. Son las fotografías de Walter Schels (http://www.walterschels.com/h/?lang=en)que intento entender como la gente se enfrenta al miedo a su propia muerte. Son imagines del antes y un después. Con su compañera de proyecto, la periodista Beate Lakotta, crearon el proyecto Life before Death. Él se encargó de fotografiar a 26 personas antes e inmediatamente después de morir. Ella habló con cada uno de los fotografiados o sus padres. Estos textos son los que acompañan las fotografías. Son testimonios desgarradores. Uno de ellos narra la historia de un empresario con una enfermedad terminal que se queja de que todos los amigos que lo visitan le hablan de insignificancias, eludiendo el tema de la muerte. Todos lo visitan de a dos, para evitar estar a solas con el. El refiere no poder pensar en otra cosa y no tener con quien conversar.
El testimonio de una madre musulmana a punto de perder a su pequeña es absolutamente desgarrador. El de la mujer budista es un mensaje de paz.
El duelo tiene varias etapas y son estas la que conforman la narrative de esta exposición. Las ceremonias que se celebran, los objetos que acompañan a los muertos, los trajes del difunto y los de los familiares, los objetos artísticos que se asocian culturalmente a la muerte. Incluso (agrego yo) las flores y los aromas que nos la recuerdan.
Para los ashanti, el funeral es el evento de mayor importancia en la vida: no hay miramiento en gastos. Es la oportunidad de mostrar riqueza y prestigio. Se preservan los cuerpos para poder alargar la ceremonia por días y permitir que familiares lleguen de cualquier parte del mundo. Se le llevana regalos a los familiares, que son anunciados por un maestro de ceremonias. Se canta, se toca, música y se come.
Cada cultura prepara a sus muertos de manera distinta. Los que quedan también se visten de manera distinta y cada periodo del duelo tiene su vestimenta.
El duelo forma parte de un proceso de asimilación y aceptación de la perdida. Unos lo asumen solos, otros acompañados, otros se adhieren a ciertos códigos de conducta , siguen ciertas dieta.
El entierro es el acto de retornar el cuerpo a la tierra. Para algunas culturas donde la tierra es vista como la madre, es un retorno al vientre materno. En algunos entierros se esperan lágrimas, como demostración de que el fallecido era amado. En otros, el llanto no es apropiado porque dificulta la partida del mundo de los vivos.
En gran parte del mundo islámico, la participación al entierro es de exclusividad masculina.
Para muchas culturas, hay vida después de la muerte. Se va a un lugar mejor. Para otras, se regresa rencarnado a los 45 días. En un espacio de la exposición, hay un grupo de objetos pertenecientes a diferentes países y que acompañan a los muertos en su viaje. Entre ellos, me llama la atención un juego de la mancala, un adji-boto. Es un juego de mesa qe tengo en casa y que me entero que para los habitantes de Surinam esta asociado a los ritos de la muerte. El de la exposición es Ashanti (Ghana).
Para algunos, el lugar del descanso es fijo, es sagrado, es el sitio para ir a rezarle al que se ha ido. Para otros , es temporal. Puede ser adornado con piedras, esculturas, lápidas. También puede haber una cremación con las cenizas esparcidas en algún lugar especial o las cenizas guardadas en un columbarium.
Hay un espacio dedicado al día de los Muertos en México, que se celebra como fiesta nacional y con los esqueletos divirtiéndose a lo grande en las principales plazas del país.
Hay culturas que mantienen contacto con sus muertos, recurriendo en ocasiones a un médium.
Para muchos, hay un deseo de generar un culto hacia el fallecido. En el siglo XIX, estaba de moda hacer piezas de joyería con los cabellos del muerto, tomar fotos post- mortem ( como en la película The others…).
Casi al terminar, conocimos una chica que nos hace una entrevista. Estudia turismo y se especializa en turismo negro: visitas a cementerios, a lugares donde han ocurrido tragedias. Supongo que pronto habrá una guía Michelin del mas allá….
Llega uno al final de la exposición y hay un arreglo de flores bajo el cual cuelgan centenares de tarjetitas con escritos. Al lado, una mesa llena de tarjetas nuevas y bolígrafos: es una invitación a que los asistentes a la exposición dejen un mensaje a un ser querido que ya no está.
Repentinamente, me doy cuenta que no puedo seguir haciendo abstracción. Esa tarjeta en blanco es como una bofetada que lo coloca a uno repentinamente en perspectiva con la propia muerte y con la partida de un ser amado que ha dejado un gran vacío. En un instante, siento que todas las fuerzas se me van.
A la salida, hay un curioso ataúd-cisne. Me recuerda que quizás lleguemos en cigüeña pero con toda seguridad, nos vamos en un cisne. Blanco o negro. Da igual.
A la salida del museo, caminamos al tranvía para seguir nuestro recorrido cultural, un poco mas callados que de costumbre.
Decidimos ir al Hermitage (http://www.hermitage.nl/en/), la sucursal del museo homónimo de San Petersburgo, y donde había una exposición sobre Rubens, Van Dyck y Jordaens. En el segundo piso, y ya terminando, me atrae un cuadro de Rubens. Es la Venus y Adonis. En él, Venus se abraza a Adonis para no dejarlo ir a cazar. Presiente que no regresará. Detrás de ella, dos cisnes. Adonis morirá por una herida de jabalí.
Salimos del Museo y nos dirigimos a nuestra cita de las 16:00 de la tarde: la casa de Ana Frank (http://www.annefrank.org/es/). Es un lugar con el que tenía una deuda. En mis otros viajes a Amsterdam no había logrado visitarlo. Hay poco que decir porque es tan sobrecogedora que uno siente que no tiene palabras. Es una visita muy dolorosa. Se visita el pequeño apartamento en el que tuvieron que permanecer escondidos los 8 miembros de 2 familias para que al final, a pocas semanas de terminar la guerra, fueran traicionados y enviados a los campos de concentración. El único sobreviviente fue Otto, el padre quien creó este museo.
Ya de tarde, caminamos por las calles de esta hermosa ciudad, paseamos por los canales en barco, tratando de entender este extraño recorrido.
Cenamos en Sehmar (http://sabordefamilia.com/?p=7686), un restaurante etíope. Comimos un plato que era otra deuda que teníamos, el enjera. Antes de salir, me asomé a la ventana para ver el canal desde el restaurante. En el alféizar de la ventana había un juego de mancala…