
Paul Cezanne
Tuvimos la oportunidad de pasar por Aix-en-Provence hace unos días. Esta encantadora ciudad- llena de mercaditos rebozantes de frutas y verduras, sus callejuelas con fuentes de agua fresca y ríos de estudiantes, ventas de calissons d´Aix que perfuman tentadoramente a mazapán sus entradas- es el pueblo natal de Paul Cezanne.
Se ha montado una exposición (http://www.picasso-aix2009.fr/) dedicada a la influencia de la pintura de Cezanne en Picasso. Lejos de necesitar confirmar la genialidad de Picasso -cuyo grandiosidad nos quedó más que reafirmada en la exposición de inicios de año en París ( «Picasso y sus maestros»)- esta bella muestra permite reconocer un Cezanne pre cubista que plasmó en sus lienzos sus ideas muy progresistas sobre como, el que y el porque pintar.
Es un pintor que se reconoce a sí mismo como viviendo fuera de época. Le dice a un alumno: «No debí nacer en este período sino en el tuyo». Y Picasso, como gran observador y luego coleccionista, se asomó primero timidamente y luego a lo grande en el mundo de Cezanne, llegando incluso a pasar sus últimos años de vida en el Castillo de Vauvernargues ( que compró como residencia) de cara a la montaña de Sainte-Victoire, que tanto inspiraría a Cezanne. Al comprar el castillo, Picasso llama emocionado a su marchand y le dice:
Je viens d’acheter la Sainte-Victoire de Cézanne.
Laquelle ?, répond le marchand.
L’originale, réplique Picasso.
Picasso y Cézanne en la Provenza

Picasso pintó 'Le village de Vauvenargues' (1959), óleo y ripolin de 54 x 65, que ha sido prestado por unn coleccionista particular para la obra / LV
Una ambiciosa exposición en Aix relaciona a los dos genios de la pintura | Por primera vez, se puede visitar el castillo donde Picasso vivió y está enterrado | El museo local ofrece más de 200 obras picassianas, muchas de ellas inéditas
ÓSCAR CABALLERO | Aix-en-Provence. Servicio especial | 07/06/2009 | La Vanguardia| Cultura
Con 100.000 entradas vendidas antes de inaugurar, Picasso-Cézanne, la exposición del Museo Granet, de Aix-en-Provence que abrió hace dos semanas – 110 óleos, acuarelas, grabados y esculturas de ambos artistas-,preludia el verano cultural. Hay más, porque la naturaleza invita al arte: el circuito Tras las huellas de Picasso,que incluye el excepcional acceso al castillo de Vauvenargues, cementerio del pintor y Jacqueline, todo para relanzar el turismo provenzal (un 20% menos por la crisis).
Exposición cara – 4,7 millones de presupuesto-porque pretende renovar nada menos que el éxito de Cézanne en Provence (2006): un total de 450.000 visitantes dejaron 65 millones de euros. ¿Qué pinta Picasso ahí? Garantía de público y, desde 1907, cuando en el Salón de Otoño de París descubre la pintura de Cézanne, un admirador confeso. «Es mi único maestro», confesó a Brassaï.
Y si no se conoce una línea en la que Cézanne – hijo ilustre de Aix-en-Provence-se refiera al español, sus obras los relacionan. Por lo menos según Bruno Ely, director del Granet y comisario de la muestra. «Las cuatro secciones – explica-revelan afinidades. Picasso mira un Cézanne trata de los diez años (1907-1917) en los que Picasso busca soluciones técnicas en la pintura del precursor del arte moderno; es el cubismo cézanniano».
Porque «un pintor es alguien que quiere construir una colección y pinta los temas que amó en la obra de otro» (Picasso, dirigiéndose a su marchante Kahnweiler). La segunda etapa es Picasso colecciona Cézanne, clave por el número y la importancia de las obras.
En Temas, objetos, formas y trazos compartidos hay «una búsqueda común de la virilidad en el arte, la inversión de la perspectiva tradicional e idéntico gusto por la naturaleza muerta, los objetos de la realidad, bañistas, fumadores, frutas (´las manzanas de Cézanne – dijo Picasso-son pintura épica, de batallas´), y los arlequines», con préstamos de instituciones como el Museu Picasso de Barcelona, la National Gallery y los Picasso de Arles y La Haya.
Última estación: Picasso se aproxima a Cézanne cubre los dos años – de 1959 a 1961-en los que, instalado «donde Cézanne», Picasso crea un color, el verde Vauvenargues, además de los retratos de Jacqueline o su serie completa sobre el Déjeuner sur l´herbe de Manet.
Excepcional, la visita del castillo picassiano de Vauvenargues sólo admite 19 personas a la vez, con reserva (www. aixenprovencetourism. com). Cézanne cercó ese motivo, la Sainte Victoire, trazo a trazo, durante años.
Picasso no pintará nunca la montaña: la compra y habita. «He comprado la Sainte Victoire de Cézanne», dice en 1958 a Kahnweiler. El marchante piensa en los diversos cuadros que dedicó Cézanne a su montaña y le pregunta cuál de ellos.
«El original», responde Picasso con ingenio.
La propiedad ocupa una extensión de 1.100 hectáreas en la ladera norte de la montaña, con el castillo a sus pies. «El zoo de bronce, monos, cabezas de toro, cabra, se alinea en el vestíbulo y ante la escalinata. Pero por primera vez – así lo certifica Le Monde en su edición del 15 de mayo de 1959-Picasso colgó cuadros en su casa. Una colección única de Rouault, Modigliani, Matisse, Gauguin, dormía en cajas. En cuanto a su pintura, dice no haber empezado aún nada. Pero nada, en Picasso, quiere decir un fresco que cubre las paredes del baño, un ornamento de dos sillas antiguas y una veintena de telas empezadas».
En la bañera de aquel baño lo retrató David Douglas Duncan, con su cámara Leica: Picasso toreando un escorpión. La cabecera del lecho reproducía las cuatro barras. Y llevaba colores catalanes, asimismo, una silla del comedor. En el taller, del que no se podía quitar el polvo que según Picasso preservaba sus cuadros, esperan aún los tarros de pintura Ripolin.
El historiador de arte Douglas Cooper señaló a Picasso la existencia del castillo, con sus torreones del siglo XVI. A sus 76 años, Picasso se aislaba del bullicio de Cannes. Pero con la excusa del mistral veraniego y de los rigores del invierno, vuelve rápidamente a la costa y sus fastos.
Último y forzado retorno, el 8 de abril de 1973. El alcalde de Mougins se negó – ignorante-a que fuera enterrado en su masía de Nôtre Dame de Vie. El cuerpo fue transportado, entonces, bajo la nieve, a Vauvenargues. El 8 de cada mes, el Mercedes rojo de Jacqueline atravesará el pueblo para que la viuda deposite ritualmente una flor, hasta su suicidio, trece años más tarde.
Allí duerme, hoy, junto a su Pablo, velados por uno de sus bronces monumentales. Su hija, Catherine Hutin, gastó ahora cinco millones para restaurar todo el castillo.
Pero, como el pintor, el curioso puede preferir la costa. La excusa está en Antibes. Picasso, 1945-49: l´ère du renouveau, exposición comisariada por Jean-Louis Andral, conservador del Musée Picasso, de Antibes, que reúne 200 cuadros, dibujos y cerámicas, con obras inéditas de las colecciones de los herederos, jamás mostradas.
Para cuatro años de trabajo no está nada mal. Sobre todo por cómo empezó el asunto. Picasso, simplemente de vacaciones en Golfe-Juan con la joven Françoise Gilot, es invitado por Romuald Dors de La Souchère, conservador del entonces Musée d´Antibes, a utilizar como taller sus amplios locales.
El minotauro no se hace rogar: en pocos meses llena todo de faunos, sátiros y ninfas. Inconscientemente generoso, al marcharse deja nada menos que 23 óleos y 44 dibujos. «¿Otra vez Picasso?», pregunta Harry Bellet, el crítico de arte de Le Monde. Yse responde: «Aparte de que Picasso nunca nos aburre, esta muestra merece ser recomendada».
Picasso por todas partes
De Aviñón, que Picasso descubrió en 1914 y donde el Musée Angladon presenta dibujos, hasta el mencionado Musée Picasso de Antibes, el comité regional de turismo balizó un itinerario de unos 250 km ( www.picassoenprovencecotedazur.com;http://es.franceguide.com/Special/Picasso/home.html?NodeID=2061 ), para seguir a Picasso en diez etapas y otros tantos paisajes. Vale la pena: como los monjes medievales, Picasso sabía muy bien dónde abrir casa o pasar un verano. Por ejemplo, en Mougins, donde vivió desde 1961 hasta su muerte en 1973. O en Arles, capital de la Camarga: en 57 dibujos, legados al Musée Réattu, dejó testimonio de su amor por la ciudad. Y por la plaza de toros, que, como la de Nîmes,frecuentaba con su corte. Un cortesano significativo fue Jean Cocteau, quien le dirigió – Picasso actor-en Le Testament d´Orphéo, rodada en la impresionante Baux-de-Provence, en la cantera que cuenta hoy una Cathédrale d´Images, con retrospectiva Picasso hasta enero del 2010. En el camino, el brillo – con frecuencia falso-de Saint Tropez y las playas estrechas de Cannes. Nada impide apartarse ligeramente y preferir Niza, con la visita obligada a los estilitas de Jaume Plensa en la plaza Massena.
Las huellas de Cézanne

'Arlequin (1888-1890), óelo de Paul Cézanne (101 x 65), propiedad de la National Gallery of Art de Washington y que puede verse estos días en Aix-en-Provence / LV
Una vida y ahora, un periplo: de su casa natal en Aixen-Provence al cementerio, 34 altos para pisar las huellas del discreto Cézanne, objetivo turístico post mórtem, desde el año 2006. La ciudad marcó con clavos el camino que pasa delante del banco y la sombrerería de la familia, los cafés frecuentados por el pintor, sus domicilios. Del 1 de abril al 31 de octubre la oficina de turismo (teléfono: + 33-442-161-161) propone hasta un guía. Se puede salir, pero la Provenza interior es ruda y hostil, que por algo Picasso vivo duró poco en su residencia de Vauvenargues. Para osar la Sainte Victoire, o los cinco caminos que llevan al Jas de Bouffan o a las canteras Bibémus, es obligatorio el guía, calzado deportivo y clima benévolo. Claro que Aix, antigua residencia de los condes de Provenza, rebelde, cortesana después bajo Luis XIV, encierra otras riquezas. Aix insólita, La ciudad vieja, Fastuosidad y decorados y Libertinos y cortesanas,son los circuitos oficiales. Consejos extraoficiales: cocina moderna en Le Formal (menú a 36 euros), gente local en Viktor, buena pizza en La Pizza. Y los calisson, souvenir comestible, en PâtisserieBéchard.