Sapa es un encantador pueblo al norte de Vietnam, situado a 1650 m. y rodeado por los Montes Hoang Lien que en buena parte han sido labrados en terraza para sembrar arroz.
Nos faltó sol y nos faltó el arroz en flor, lo que hubiese dado un brillo sin par. Y sin embargo, aquella neblina continua y el frío eran compensados por los colores de la vestimenta femenina y sus radiantes sonrisas. En sus trajes y en sus manos domina un color: el azul añil. Las laderas de Sapa están llenas de una pequeña planta verde brillante que tiene unas flores lila: es indigo. Machacan raices, hojas y flores para teñir sus trajes. Las manos delatan la continua labor de este pueblo de mujeres infatigables que tejen y tiñen de la mañana a la noche.
Durante el paseo por los alrededores de Sapa, nuestra joven guía nos hizo un pequeño caballo a partir de una rama de helecho. Me asombró el parecido de aquel minúsculo caballo con la imagen que tengo del caballo de Troya. Sentí que no importaba cuan distantes puedan estar dos culturas, en el tiempo y en el espacio, ya que al final quedan unidas por formas universales.